El pájaro Azul (V)

 

El mago, que era amigo del Rey Encantador, fue con el hada Soussio a quien conocía, pero estos no eran amigos ya que discutían frecuentemente, como todos los magos y las hadas.
 Ella lo recibió cortésmente, y le preguntó que quería. El mago quiso hacer un trato con ella para que devolviera al Rey a su forma original, pero ella sólo aceptaría si el Rey Encantador aceptaba casarse con Troutina. El hechicero había visto a esta novia tan desagradable que no podía aceptar. Sin embargo, el Pájaro Azul había corrido ya muchos riesgos en su jaula: una de las uñas de sus patas se había roto y sufrió mucho en la caída; Minetta, el gato, lo fulminaba con la mirada de sus ojos verdes; los asistentes habían olvidado darle semillas de cáñamo y su vaso de agua por lo que estaba medio muerto de hambre y sed; y un mono había arrancado gran parte de sus plumas. Lo peor de todo, su próximo heredero había difundido noticias de su muerte y amenazó con apoderarse de su trono.
En estas circunstancias, el mago pensó que era mejor estar de acuerdo con lo que el hada Soussio quería para que el Rey Encantador pudiera volver a su reino y a su forma natural durante seis meses, con la condición de que Troutina debería permanecer en su palacio, y que él debería tratar de enamorarse y casarse con ella; sino, volvería a ser un pájaro azul.
 Así, el Rey se vio a sí mismo una vez más como el Rey Encantador y ya no más como un pájaro, sin embargo, él hubiera preferido seguir siendo el Pájaro Azul y estar cerca de su amada, que un Rey para la sociedad y junto a Troutina.
 El mago le dio las mejores razones de lo que se había hecho y le aconsejó que se ocupara de los asuntos de su reino y el pueblo; pero él no pensaba tanto en estas cosas como en la forma de escapar del horror de casarse con Troutina.
 
Mientras tanto, la Reina Fiorina, vestida de campesina con un sombrero de paja en la cabeza, y un saco de tela al hombro, comenzó su camino: a veces a caballo, a veces a pie, a veces por mar, a veces por tierra, caminando cada vez más hacia su amado Rey Encantador. Un día, deteniéndose junto a una fuente, dejó su cabello suelto y sumergió sus cansados ​​pies en el agua fría, cuando una mujer vieja, encorvada y apoyándose en un cayado, le dijo:
"Mi hermosa doncella, ¿qué haces aquí sola?"
"¡Madre!", Respondió la reina, "tengo demasiados problemas para ser una compañía agradable."
"Cuéntame tus problemas y yo trataré de alivianar tu carga".
Fiorina obedeció y contó toda su historia y cómo ella estaba viajando por el mundo en busca del pájaro azul. La pequeña mujer escuchó con atención y a continuación en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió, en una hermosa hada.
"Incomparable Fiorina, el Rey que buscas ya no es un pájaro, mi hermana Soussio le ha devuelto a su forma adecuada, y gobierna en su propio reino. No te aflijas, la felicidad será tuya. Toma estos cuatro huevos, y cada vez que estés en problemas, úsalos" Y habiendo dicho esto, el hada desapareció.
Fiorina, muy consolada, puso los huevos en su saco y volvió sus pasos hacia el país del Rey Encantador. Caminó ocho días y noches sin parar, y luego llegó a una montaña hecha de marfil. Escaló lo más que pudo hasta sentirse muy abatida; cuando se acordó de los huevos, rompió uno y dentro de él salieron pequeños ganchos de oro con los que colocó en sus pies y manos, y subió la montaña con facilidad. Al llegar a la cumbre se encontró con nuevas dificultades, porque el valle de abajo era un gran espejo liso en la que sesenta mil mujeres se admiraban a sí mismas a través de este. Ellas sentían necesidad por el espejo puesto que este no mostraba cómo en verdad eran sino cómo ellas deseaban ser. Ninguna había llegado a la cima de la montaña, y cuando vieron a Fiorina estallaron en gritos furiosos: 
"¿Cómo pudo esta mujer trepar la colina? Si desciende sobre nuestro espejo sus pasos podrían quebrarlo en mil pedazos".
La reina, sin saber qué hacer, rompió el segundo huevo y salieron volando dos palomas sujetas a un elegante carruaje en la que Fiorina montó y descendió suavemente sobre el espejo a los pies del valle.
 "Ahora, mis palomas bonitas", dijo, "¿me llevarían al palacio del Rey Encantador?" 
Las palomas obedientes volaron día y noche hasta que llegaron a las puertas de la ciudad.
Allí la reina las despidió con un beso dulce, que valía más que su corona.
¡Cuán rápido su corazón latía cuando ella entró, y pidió ver al rey!
 "¡Tú!", Gritaron los sirvientes burlándose. "Pequeña niña campesina, tus ojos no son lo suficientemente merecedores de ver al Rey. Además, él irá mañana al templo con la princesa Troutina con quien por fin ha aceptado casarse".
Fiorina se sentó en un escalón y escondió el rostro bajo del sombrero de paja y su pelo caído. "¡Ay!" Exclamó, "mi pájaro azul me ha abandonado."
Ella no comió ni durmió, y al alba se levantó y abrió paso entre los guardias del templo donde vio dos tronos, uno para el Rey Encantador y el otro para Troutina, quienes habían arrivado. Frunciendo el ceño, Troutina exclamó: "¿Qué criatura es quien se atreve acercarse a mi trono de oro?"
"Yo soy una pobre campesina", dijo Fiorina, "Vengo desde muy lejos para vender curiosidades". Y sacó de su bolsa las pulseras de esmeraldas que el pájaro azul le había dado.
"Son baratijas muy bonitas", dijo Troutina. El Rey al ver los ornamentos se puso pálido, recordando los que le había dado a Fiorina.
"Estas pulseras valen la mitad de mi reino, y no pensé que había más de un par en el mundo."
"Entonces voy a comprarlos", dijo Troutina, pero Fiorina se negó a venderlos por dinero: el precio que pedía era el permiso para dormir una noche en la Cámara de los Ecos.
"Como quieras, tus negocios son lo suficientemente barato", respondió Troutina riendo: y cuando ella se echó a reír mostró los dientes como los colmillos de un jabalí.
Cuando el Rey era un pájaro azul, había informado a Fiorina sobre esta Cámara de los Ecos donde se podía escuchar cada palabra dicha en ella. No podía haber elegido una mejor forma de reprocharle su infidelidad. Sin embargo, vanos fueron los sollozos de Fiorina, pues el Rey había comenzado a tomar opio para calmar su dolor. Al día siguiente, Fiorina estaba en una gran inquietud. ¿Pudo haber realmente oído y le ha sido indiferente mi dolor, o a caso no oyó nada? Ella determinó comprar otra noche en la Cámara de los Ecos, pero no tenía más joyas para tentar a Troutina, de modo que ella rompió el tercer huevo. De ahí salió un carro de acero pulido, con incrustaciones de oro, tirado por seis ratones verdes, el cochero era una rata de color rosa. En el interior del carro había títeres pequeños que se comportaban como damas y caballeros  vivos.
Cuando Troutina fue a caminar por el jardín del palacio, Fiorina la esperaba en un callejón verde e hizo galopar a los ratones hasta que la princesa estaba tan encantada que quería comprar la curiosidad a cualquier precio. Una vez más Fiorina le exijía el permiso para pasar otra noche en la Cámara de los Ecos, y de nuevo el rey, sin ser molestado por su llanto debido al opio, durmió sin despertarse hasta el amanecer.
Al tercer día, uno de los criados del palacio, fue a hablar con Fiorina y le dijo:
"Estúpida campesina, es así cómo el rey toma opio todas las noches, o es que quieres molestarlo con esos horribles llantos tuyos".
"¿Eso hace?" dijo la reina comprendiéndolo todo. "Entonces si prometes esta noche mantener la taza de opio lejos de él, estas perlas y diamantes", y ella tomó un puñado de ellos de su saco, "serán tuyos."
El criado aceptó; luego Fiorina rompió el cuarto huevo de la que surgió un pastel preparado con aves, que a pesar de que habían sido desplumados, horneados, y listo para la mesa, cantaba tan maravillosamente como si las aves estuvieran vivos. Troutina, encantada con esta novedad maravillosa, lo compró por el mismo precio que el resto.
Cuando todos los del palacio estaban dormidos, Fiorina por última vez, con la esperanza de que el Rey Encantador la oyera, y lo llamaba diciéndole todas las expresiones más dulces recordandole así todos los votos que él le había hecho y sus dos años de felicidad.
 "¿Qué te he hecho para que me hayas olvidado y quisieras casarte con Troutina?" sollozó, y el rey, que estaba completamente despierto, la escuchó. Él no podía entender de quién era esa voz ni de dónde venía, pero de alguna manera le recordaba a su querida Fiorina, a quien nunca había dejado de amar. Llamó a su criado, le preguntó quién estaba durmiendo en la Cámara de los Ecos, y éste le dijo que era una campesina que le había vendido a Troutina un brazalete de esmeraldas. Entonces él se levantó, se vistió a toda prisa y fue en busca de la campesina. Ella estaba sentada en el suelo muy triste, con el cabello ocultando su rostro y sus ojos hinchados por las lágrimas, pero él reconoció a su amada Fiorina. Cayó de rodillas ante ella, besó sus manos, se abrazaron y lloraron juntos.
En ese momento apareció una hechicera amistosa, con una magia aún más grande que Soussio, era la misma que había dado a Fiorina los cuatro huevos. Ella vio que su amor era más fuerte que el poder de Soussio, y exclamó que los amantes debían casarse sin más demora.
Cuando estas noticias llegaron a los oídos de Troutina, corrió hacia la Cámara de los Ecos, y allí vio a su hermosa rival, a quien tan cruelmente había tratado. Sin embargo, en el momento que abrió su boca para maldecirlos a ambos, su lengua fue silenciada para siempre y la hechicera la transformó en una trucha, y la arrojó por la ventana hacia una corriente que fluía a través del jardín del castillo.
En cuanto al Rey Encantador y la Reina Fiorina, librados de todas sus penas y entregados el uno al otro, su alegría era indescriptible y duró hasta el final de sus vidas.

Fin
(Autor Desconocido)




 

El pájaro Azul (IV)






La reina maliciosa intentó con todas sus fuerzas conseguir que Troutina se casara, pero todo era en vano.
"Si se tratara de Fiorina", decían los reyes y sus embajadores, "estaríamos complacidos de firmar el contrato."
 
"Esa chica que nos frustra todavía," dijo la reina "debe tener alguna artimaña secreta con los pretendientes extranjeros. Sin embargo, la vamos a buscar y a castigar." La reina y Troutina se habían dirigido hacia donde estaba Fiorina.
Ella se había vestido como de costumbre, con el máximo cuidado, para complacer a su pájaro azul, y se había adornado con todas las cosas bonitas que él le había dado. Él se sentó en el alféizar de la ventana, y ella se sentó en la ventana, y cantaron juntos un dueto, que la reina al escucharlos desde afuera rompió la puerta y se precipitó al recinto. 
Lo primero que hizo Fiorina fue abrir la ventana para que su pájaro Azul pudiera volar, pero él no quería. Había visto a la reina y a Troutina, y aunque no podía defender a su princesa, se negaba a abandonarla.
Las dos se abalanzaron sobre ella como fieras pero la maravillosa belleza de sus espléndidas joyas las había sorprendido.
"¿De dónde vinieron todos estos adornos", exclamaron. 
"Los encontré", dijo Fiorina, y se negó a responder más.
 "Alguien te las debió haber entregado a cambio de tu traición contra tu padre y el reino." 
"¿Cómo sería capáz de ello? Yo, una pobre princesa, mantenida en cautiverio durante dos años, con ustedes como mis carceleras?" 
"En cautiverio", repitió la reina. "¿Por qué entonces te vistes tan elegante y adornas este recinto con flores?" 
"Tengo suficiente tiempo libre: puedo pasar todo el tiempo adornando este lugar en vez de lamentar mis desgracias siendo inocente" 
"Inocente, en efecto" exclamó la reina, y empezó a buscar en la habitación. En ella encontró todos los diamantes, rubíes, esmeraldas, amatistas y otras joyas del Rey Encantador. Mientras tanto, desde la ventana, el pájaro azul, que tenía la vista de un lince, cantaba en voz alta, "¡Cuidado, Fiorina!" 
"Usted ve, señora", dijo Fiorina, "incluso los espíritus del aire se apiadan de mí." 
"Veo que estás en confabulación con los demonios, pero tu padre te juzgará", y habiéndola asustado mucho, la reina la dejó. Se había puesto de acuerdo con Troutina para poner en el recinto de Fiorina a una dama de compañía, para que la vigilara desde la mañana hasta la noche. Cuando la princesa se enteró de esto, cayó en un gran dolor."¡Ay!", exclamó, "ya no puedo hablar con mi pájaro que me ama, y que nuestro amor es consuelo para todas nuestras desgracias ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué voy a hacer.?" Y ella se fundió en un mar de lágrimas. 
No se atrevía a abrir la ventana, aunque la princesa escuchaba continuamente las alas de su pájaro Azul revoloteando alrededor. Desde hace más de un mes, mientras esperaba, la criada la vigilaba noche y día.  
Por fin, vencida por el cansancio, la criada se quedó dormida, y Fiorina abrió su ventana, y cantó en voz baja:
 "Pájaro Azul, Pájaro Azul, Ven a mi lado."
 El pájaro azul voló hacia el alféizar de la ventana, y se prodigaban un centenar de caricias, y hablaron hasta el amanecer. A la noche siguiente sucedió lo mismo, hasta que comenzó la esperanza de que la criada, que parecía disfrutar de su sueño, se duermiera todas las siguientes noches. Pero en la tercera noche, al oír un ruido, se despertó y vio, a la luz de la luna, a la princesa Fiorina sentada en la ventana con un hermoso pájaro azul, que le susurraba en su oído y le acariciaba suavemente con su pico. La espía escuchó y oyó toda la conversación, muy sorprendida de que una princesa podía ser tan cariñosa con una simple ave. Al día siguiente, la criada le contó todo a la reina y a Troutina, quién llegó a la conclusión de que el ave no podía ser otro que el Rey Encantador. Enviaron de vuelta a la criada y le pidieron que no expresara curiosidad, sino que fingiera sueño, y fuera a la cama antes de lo habitual. Entonces la pobre princesa engañada abrió la pequeña ventana, y cantó su canción de siempre:
 "Pájaro Azul, Pájaro Azul, Ven a mi lado."  
Pero no apareció el pájaro Azul. La reina había colgado filosos cuchillos por fuera del hueco del árbol: el pájaro voló contra ellos y cortaron sus patas y sus alas, hasta que cayó cubierto de sangre.
"¡Ah, Fiorina, ven en mi ayuda!", Suspiró. "Pero ella está muerta, lo sé, y voy a morir también".
 

En ese momento, su amigo el mago, quien desde que había visto el carro con ranas aladas regresando al reino sin el Rey Encantador, había dado ocho vueltas al mundo en busca de él; en su noveno viaje llegó hasta el árbol donde yacía el pobre pájaro azul, gritando, "¡Rey Encantador! ¡Rey Encantador!"
El rey reconoció la voz de su mejor amigo: con lo cual el mago lo sacó del hueco del árbol, curó sus heridas, y escuchó toda su historia. Él convenció al Rey Encantador que, vencido por el temor y los tratos crueles, Fiorina debió haberle traicionado.
"¡Entonces haz lo que quieras conmigo!", Exclamó el rey, "Colócame en una jaula y me llevarás de vuelta contigo. Por lo menos estaré a salvo durante los cinco años que tengo que soportar." 

"Pero", dijo el mago, "¿puedes permanecer cinco años en esta indigna situación? Tu tienes enemigos que seguramente querrán apoderarse de tu reino."
 "¿Por qué no puedo volver y gobernar como antes?" 
"Me temo", respondió su amigo, "que la cosa es difícil. ¿Quién obedecería a un pájaro azul?" 
"¡Ah, eso es muy cierto!", exclamó el rey con tristeza. "La gente sólo juzga por lo exterior."
Fiorina mientras tanto, abrumada por la pena, cayó gravemente enferma, y en su enfermedad ella seguía cantando día y noche su pequeña canción:

 "Pájaro Azul, Pájaro Azul, Ven a mi lado." 
Pero nadie la consideraba.  
Por fin, hubo un giro inesperado en su vida: su padre murió, y el pueblo que sabía que ella era su única heredera, empezaron a investigar de común acuerdo ¿dónde esta la princesa Fiorina? Ellos asaltaron el palacio en multitudes exigiendo por su soberana. Los disturbios llegaron a ser tan peligrosos que Troutina y su madre huyeron al palacio del hada Soussio. Entonces el pueblo asaltó la torre, rescataron a la princesa casi moribunda y la coronaron como su Reina.
El intenso cuidado que le habían proporcionado, y su anhelo de vivir con el fin de volver a ver a su pájaro Azul
, restauraron la salud de Fiorina, y le dio fuerzas para llamar a un consejo y organizar todos los asuntos de su reino. Entonces ella salió por la noche, y sola, para ir por el mundo en busca de su amado pájaro Azul.


(Continuará)



El pájaro Azul (III)


"Adorable princesa", dijo, "¿por qué lloras? Ninguno de sus problemas están sin solución" 
"¿Quién me habla tan gentilmente?", Preguntó Fiorina.
"Un rey que te ama, y ​​que nunca amará a ninguna otra" Y diciendo esto, voló hasta la ventana. Al principio, la princesa se asustó mucho, porque ella no podía entender cómo algo tan extraordinario como un pájaro hablara en palabras como un hombre, sin embargo, mantenía todavía la voz aflautada de un ruiseñor. Pero pronto comenzó a acariciar su hermoso plumaje, y acariciándolo le preguntó. 
"¿Quién eres tú, pájaro encantador?"
 "Usted ha dicho mi nombre. Yo soy el Rey Encantador, condenado a ser un pájaro por siete años, porque yo no renuncio a ti."
 "¡Ah, no me engañes! Sé que te has casado con Troutina. Ella vino a visitarme con tus diamantes en el cuello, y tu anillo en su dedo, con la Corona de Oro y el manto real que tú le habías dado, mientras yo estaba cargando cadenas de hierro"
"Todo eso es falso", cantaba el pájaro azul, y le contó toda su historia, la cual la consoló tanto que ella no pensó más en sus desgracias. Conversaron hasta el amanecer, y prometió fielmente verse cada noche.
Mientras tanto, la princesa no podía dormir pensando en su pájaro Azul. "¿Y si los cazadores le disparan, o si las águilas y los milanos lo atacan, y los buitres lo devoran como si fuera un mero pájaro y no un gran rey? ¿Qué debo hacer si veo sus pobres plumas esparcidas por el suelo, y no supiera más de él?" Así ella se lamentaba todo el día.

 La hermosa ave azul, se escondía en un árbol hueco, pasaba las horas pensando en su princesa.
 "¡Qué feliz me siento de haberla vuelto a encontrar, tan buena y tan dulce!" Y como él quería darle toda la atención que un amante desea, voló a su propio reino, entró en su palacio por una ventana abierta, y buscó algunos aretes de diamantes, los cargó en su pico, y cuando llegó la noche, se los ofreció a Fiorina. 
Noche tras noche, él le llevaba cosas hermosas, y conversaban hasta el amanecer, momento en el que volaba de vuelta al árbol hueco, donde cantaba sus alabanzas con voz tan dulce que los transeúntes pensaban que no era un pájaro, sino un espíritu.
Así, durante dos años, Fiorina pasaba su tiempo y nunca se arrepentía de su cautiverio. Su pájaro Azul la visitaba todas las noches, y se amaban entrañablemente.
 

(Continuará)







El pájaro Azul (II)




El Rey Encantador se levantó, y le hizo una profunda reverencia a la princesa Fiorina, y esto hizo que la Reina se sintiera muy disgustada. El Rey Encantador conversó con Fiorina durante tres horas sin parar. De hecho, su admiración por ella era tan evidente, que la Reina y Troutina rogaron al Rey que ella pudiera ser encerrada en una torre durante todo el tiempo de la visita del Rey Encantador. Tan pronto como ella había regresado a su habitación, cuatro hombres enmascarados entraron y la llevaron a una celda oscura en la más extrema desolación.
Mientras tanto, el Rey Encantador esperaba ansioso su reaparición, pero no la vio más, y por órdenes de la Reina, cada uno de los presentes debía hablar muy mal a él sobre la pobre Fiorina, pero se negó a creer una sola palabra.

 "No", dijo, "la naturaleza no podría haber unido un carácter tan bajo a una cara tan dulce e inocente. Yo más bien supongo que es difamada por su madrastra y por Troutina, que es tan fea que no es de extrañar que tuviera envidia hacia la mujer más bella del mundo ".
Mientras tanto Fiorina, encerrada en su torre, se lamentaba amargamente.

"¡Ah, si me hubieran enviado aquí antes de conocer a tan amable Rey, quien fue tan dulce conmigo! ¿Es para evitar que yo me encuentre con él una vez más que la reina me trata con tanta crueldad? ¡Ay, la poca belleza que tengo me ha costado tanto dolor!"
La reina, para ganar al Rey Encantador para su hija, le hizo muchos regalos, entre ellos, un corazón de oro esmaltado en el color de las llamas rodeado de muchas flechas, pero atravesado por uno solo, bajo el lema "Sólo Ella". El corazón estaba hecho de un solo rubí, tan grande como un huevo de avestruz. Cada flecha era un diamante, de la longitud de un dedo, y la cadena era de perlas, cada una pesando una libra.

Cuando el joven rey recibió este regalo muy hermoso, estaba muy perplejo, hasta que le dijeron que venía de la princesa a quien había visto últimamente, y que le pidió ser su caballero. 
"Fiorina", gritó Encantador.
 "No, Troutina". 
"Entonces lo siento, no puedo aceptar el honor", respondió el Rey Encantador. "Un monarca está sin duda a la libertad de forjar sus propios compromisos. Sé lo que es el deber de un caballero a su dama, y ​​que desea cumplirla. Ya que no puedo cumplir con Troutina, prefiero rechazar el favor que me ofrece que convertirme en indigno de ella".
Cortés al igual que su respuesta, pero esto irritó a la reina y su hija; y cuando al fin el joven Rey le preguntó donde estaba la princesa, la reina respondió con fiereza, que la encerró en la cárcel y que permanecería allí hasta que Troutina se case.
"Y por qué razón?", preguntó el Rey Encantador.

"No sé, y si lo supiera, no te lo diría", respondió la reina más enojada que nunca, de modo que el rey Encantador salió tan pronto como pudo.Cuando se quedó solo, mandó llamar a uno de sus asistentes, a quien él confiaba mucho, y le rogó obtener información por parte de alguna dama de la corte acerca de la princesa Fiorina. Este plan tuvo tanto éxito, que Fiorina fue persuadida que el Rey Encantador le iba a hablar por unos momentos la noche siguiente a través de una pequeña ventana en la parte inferior de la torre. Pero la dama había sido traicionada por la reina, ya que decidió enviar a su propia hija a la ventana en su lugar.
La noche era tan oscura que el rey Encantador no pudo notar la diferencia, por ende le dijo a Troutina todas las palabras tiernas que estaban destinadas a Fiorina, ofreciendo su corona y su corazón, y finalizó colocándole su propio anillo en su dedo, como un compromiso de fidelidad eterna. También le propuso volar con él la noche siguiente en un carro tirado por ranas con alas, la cual un gran mago, uno de sus amigos, le había hecho ese regalo.Él pensó que ella había hablado muy poco, y que en lo poco que habló, su voz no era tan agradable como antes, aún así, estaba tan enamorado que no pudo notar mucha diferencia.
 A la noche siguiente, Troutina, tapada con un velo muy grueso, abandonó el palacio por una puerta secreta. El Rey Encantador la recibió en sus brazos, y se comprometió a amarla para siempre. Entonces él la levantó en su carruaje mágico, y se embarcaron en el aire durante algunas horas. Finalmente le propuso matrimonio y Troutina aceptó con todo su corazón, pero deseaba que la ceremonia se llevara a cabo en casa de su madrina, el hada Soussio. Así que entraron juntos en el palacio del hada, y ella le contó a su madrina en privado como había ocurrido todo.
 "Mi niña", dijo la madrina, "a partir de ahora todo será muy difícil, puesto que él está profundamente enamorado de Fiorina."

Mientras tanto, el Rey se quedó esperando en una cámara con paredes de diamantes, tan delgada y transparente, que a través de ellos vio a Troutina y Soussio conversando juntas. Sobresaltado gritó:

Me han engañado! ¡Este enemigo de mi paz me ha alejado de mi querida Fiorina!"

Cuán grande fue su desesperación, cuando Soussio le dijo con voz de mando: "Rey Encantador, he aquí la princesa Troutina, a quien le has prometido casarte con ella de inmediato!" 

"¿Usted cree que soy tonto?", dijo el rey: "No le he prometido nada a ella" 
"Qué falta de respeto"
"Yo le respeto tanto como un hada merece ser respetada, si tan sólo me devolviera a mi princesa".
"¿Acaso no soy tu princesa?" dijo Troutina. "Fue a mí quién le diste este anillo"
Me han engañado vilmente!" dijo el rey; "¡Venid, ranas con alas, que partiremos de inmediato!"

 "No puedes", dijo Soussio, y tocándolo pegó sus pies al suelo. 
"¡Podrás convertirme en piedra!", exclamó, "pero no voy a amar a nadie más que a Fiorina."
Soussio empleó amenazas, promesas, súplicas. Troutina lloró, gimió, gritó; pero el rey no pronunció ni una palabra. Durante veinte días y noches se quedaron allí, sin dormir ni comer. Finalmente, Soussio muy furiosa, dijo: 

"Elige, siete años de penitencia y castigo, o casarte con mi ahijada". 
"Ya lo he decidido", respondió el rey, "y no me casaré con su ahijada ".
 "Entonces, vuela fuera de esta ventana, en la forma de un pájaro azul".
Inmediatamente la figura del rey cambió. Sus brazos se transformaron en alas, las piernas y los pies se volvieron negros y delgados, y garras crecieron en ellos, y su cuerpo se consumió en la forma esbelta de un pájaro, y estaba cubierto de brillantes plumas azules, su nariz se volvió un pico de marfil, y su corona era un plumaje blanco en su cabeza. Empezó a hablar en una melodiosa voz, y luego lanzó un grito lastimero, y huyó lo más lejos posible del palacio de Soussio.
Pero a pesar de que parecía sólo un pájaro azul, el rey seguía siendo él mismo, y se acordó de todas sus desventuras, y no cesaba de lamentarse por su hermosa Fiorina. Volando de árbol en árbol, cantaba canciones melancólicas sobre ella y él mismo, y deseó estar muerto muchas veces.
El hada Soussio llevó a Troutina devuelta con su madre, que estaba furiosa.

 "¡Fiorina debe arrepentirse de haber complacido al Rey Encantador!", gritaba, y vistiendo a su propia hija con lujosos vestidos, con una corona de oro sobre su cabeza, y con el anillo del Rey Encantador en su dedo, la llevó a la torre.
"Fiorina, tu hermana ha venido a verte y a mostrarte sus regalos de matrimonio, pues ella es ahora la esposa del Rey Encantador".
Fiorina, lamentándose de la pérdida de su amante se desplomó al suelo desmayada, y la reina se dirigió inmediatamente a contarle a su padre que Fiorina estaba cayendo en la locura y debe ser vigilada muy de cerca para que no cometiera ninguna desgracia a ella misma. El rey dijo que su madrastra podía hacer con ella lo que quisiera.Cuando la princesa se recuperó de su desmayo, se echó a llorar, y lloró toda la noche sentada cerca de la ventana abierta de su torre.

El pájaro azul, que estuvo continuamente volando sobre el palacio, pero sólo por la noche para que nadie lo viera, se posó sobre un alto ciprés frente a la ventana, y la oyó, pero estaba demasiado oscuro para ver quién era. A la noche siguiente, que había luna llena, pudo ver claramente la figura de una joven dama llorando con dolor, y reconoció a su amada Fiorina.


(Continuará)



El pájaro Azul (I)


Un rey poderoso y rico, después de haber perdido a su esposa, estaba tan inconsolable que se encerró durante ocho días enteros en un pequeño gabinete, donde pasó su tiempo golpeando su cabeza contra la pared. Los cortesanos tenían miedo de que puediera matarse a sí mismo, entonces colocaron colchones rellenos sobre todas las paredes, y permitían que todos sus súbditos, quienes deseaban, le hicieran una visita, confiando en que dijeran algo para aliviar su dolor. Pero ni un discurso lamentable ni uno animado hacían ninguna impresión sobre él, apenas oía lo que le decían.
Por fin se presentó ante él una mujer, cubierta de pies a cabeza con un velo largo de crespón. Ella le dijo que no vino, como el resto, para consolarlo, sino más bien para que él enfrente su dolor. Ella misma había perdido el mejor de los maridos, y comenzó a llorar tan profusamente, que se extrañaba que sus ojos no se derritieran de su cara. El rey se echó a llorar en compañía y a hablar con ella de su querida esposa, ella hizo lo mismo de su querido esposo: de hecho se habló tanto, que llevaron su dolor bastante lejos.
Luego, levantando su velo, ella mostró sus hermosos ojos azules y pestañas oscuras. Cuanto más y más el rey la miraba, hablaba cada vez menos de la reina hasta que él dejó de hablar de ella en absoluto.
El final fue, que cortejó a la mujer sin consuelo en el velo negro, y se casó con ella.En su primer matrimonio tuvo una hija, llamada Fiorina, o la pequeña Flora, porque ella era muy dulce y encantadora. En el momento de su segundo matrimonio, Fiorina tenía quince años de edad. La nueva reina también tenía una hija, que estaba siendo criada por su madrina el hada Soussio, y su nombre era Troutina, porque su tez estaba manchada como el lomo de una trucha. De hecho, ella era del todo fea y desagradable, y contrastaba con Fiorina. La diferencia entre las dos hizo que la madre tuviera tanta envidia, que ella y Troutina no escatimaron esfuerzos para hacer triste la vida de la princesa y hablar mal de ella a su padre.
 Un día el rey observó que las niñas eran ya lo suficientemente mayor para casarse, y él tenía la intención de optar por una de ellas para el primer príncipe que visitara su corte.
 "Así sea", dijo la reina "y como mi hija es mayor, más guapa y más amable que la tuya, ella será la primera opción". El Rey no objetó nada, de hecho, dejaba que la reina gobernara en todas las cosas.
 Algún tiempo después, llegaron noticias de que el Rey Encantador pronto llegaría, y que él era tan encantador como su nombre. Cuando la reina se enteró de la noticia, mandó llamar a modistas, costureras, joyeros a que preparasen a Troutina, pero no le permitió a Fiorina ni un vestido nuevo. La pobre princesa tuvo que ponerse un vestido viejo, la cual de hecho era muy viejo y estaba en muy mal estado. Estaba tan avergonzada de ella misma que se escondió en un rincón del salón para que el Rey Encantador no la viera. La reina le presentó a Troutina, toda resplandeciente de joyas, sin embargo, seguía tan fea que el rey Encantador involuntariamente apartó la vista.

"Pero, señora, ¿no hay otra princesa, llamada Fiorina?"

Señalaron a la esquina donde estaba escondida Fiorina, y ella salió, ruborizándose tanto que el joven rey se deslumbró con su belleza, a pesar de su vestido viejo...


(Continuará)