El pájaro Azul (III)


"Adorable princesa", dijo, "¿por qué lloras? Ninguno de sus problemas están sin solución" 
"¿Quién me habla tan gentilmente?", Preguntó Fiorina.
"Un rey que te ama, y ​​que nunca amará a ninguna otra" Y diciendo esto, voló hasta la ventana. Al principio, la princesa se asustó mucho, porque ella no podía entender cómo algo tan extraordinario como un pájaro hablara en palabras como un hombre, sin embargo, mantenía todavía la voz aflautada de un ruiseñor. Pero pronto comenzó a acariciar su hermoso plumaje, y acariciándolo le preguntó. 
"¿Quién eres tú, pájaro encantador?"
 "Usted ha dicho mi nombre. Yo soy el Rey Encantador, condenado a ser un pájaro por siete años, porque yo no renuncio a ti."
 "¡Ah, no me engañes! Sé que te has casado con Troutina. Ella vino a visitarme con tus diamantes en el cuello, y tu anillo en su dedo, con la Corona de Oro y el manto real que tú le habías dado, mientras yo estaba cargando cadenas de hierro"
"Todo eso es falso", cantaba el pájaro azul, y le contó toda su historia, la cual la consoló tanto que ella no pensó más en sus desgracias. Conversaron hasta el amanecer, y prometió fielmente verse cada noche.
Mientras tanto, la princesa no podía dormir pensando en su pájaro Azul. "¿Y si los cazadores le disparan, o si las águilas y los milanos lo atacan, y los buitres lo devoran como si fuera un mero pájaro y no un gran rey? ¿Qué debo hacer si veo sus pobres plumas esparcidas por el suelo, y no supiera más de él?" Así ella se lamentaba todo el día.

 La hermosa ave azul, se escondía en un árbol hueco, pasaba las horas pensando en su princesa.
 "¡Qué feliz me siento de haberla vuelto a encontrar, tan buena y tan dulce!" Y como él quería darle toda la atención que un amante desea, voló a su propio reino, entró en su palacio por una ventana abierta, y buscó algunos aretes de diamantes, los cargó en su pico, y cuando llegó la noche, se los ofreció a Fiorina. 
Noche tras noche, él le llevaba cosas hermosas, y conversaban hasta el amanecer, momento en el que volaba de vuelta al árbol hueco, donde cantaba sus alabanzas con voz tan dulce que los transeúntes pensaban que no era un pájaro, sino un espíritu.
Así, durante dos años, Fiorina pasaba su tiempo y nunca se arrepentía de su cautiverio. Su pájaro Azul la visitaba todas las noches, y se amaban entrañablemente.
 

(Continuará)







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