El pájaro Azul (I)


Un rey poderoso y rico, después de haber perdido a su esposa, estaba tan inconsolable que se encerró durante ocho días enteros en un pequeño gabinete, donde pasó su tiempo golpeando su cabeza contra la pared. Los cortesanos tenían miedo de que puediera matarse a sí mismo, entonces colocaron colchones rellenos sobre todas las paredes, y permitían que todos sus súbditos, quienes deseaban, le hicieran una visita, confiando en que dijeran algo para aliviar su dolor. Pero ni un discurso lamentable ni uno animado hacían ninguna impresión sobre él, apenas oía lo que le decían.
Por fin se presentó ante él una mujer, cubierta de pies a cabeza con un velo largo de crespón. Ella le dijo que no vino, como el resto, para consolarlo, sino más bien para que él enfrente su dolor. Ella misma había perdido el mejor de los maridos, y comenzó a llorar tan profusamente, que se extrañaba que sus ojos no se derritieran de su cara. El rey se echó a llorar en compañía y a hablar con ella de su querida esposa, ella hizo lo mismo de su querido esposo: de hecho se habló tanto, que llevaron su dolor bastante lejos.
Luego, levantando su velo, ella mostró sus hermosos ojos azules y pestañas oscuras. Cuanto más y más el rey la miraba, hablaba cada vez menos de la reina hasta que él dejó de hablar de ella en absoluto.
El final fue, que cortejó a la mujer sin consuelo en el velo negro, y se casó con ella.En su primer matrimonio tuvo una hija, llamada Fiorina, o la pequeña Flora, porque ella era muy dulce y encantadora. En el momento de su segundo matrimonio, Fiorina tenía quince años de edad. La nueva reina también tenía una hija, que estaba siendo criada por su madrina el hada Soussio, y su nombre era Troutina, porque su tez estaba manchada como el lomo de una trucha. De hecho, ella era del todo fea y desagradable, y contrastaba con Fiorina. La diferencia entre las dos hizo que la madre tuviera tanta envidia, que ella y Troutina no escatimaron esfuerzos para hacer triste la vida de la princesa y hablar mal de ella a su padre.
 Un día el rey observó que las niñas eran ya lo suficientemente mayor para casarse, y él tenía la intención de optar por una de ellas para el primer príncipe que visitara su corte.
 "Así sea", dijo la reina "y como mi hija es mayor, más guapa y más amable que la tuya, ella será la primera opción". El Rey no objetó nada, de hecho, dejaba que la reina gobernara en todas las cosas.
 Algún tiempo después, llegaron noticias de que el Rey Encantador pronto llegaría, y que él era tan encantador como su nombre. Cuando la reina se enteró de la noticia, mandó llamar a modistas, costureras, joyeros a que preparasen a Troutina, pero no le permitió a Fiorina ni un vestido nuevo. La pobre princesa tuvo que ponerse un vestido viejo, la cual de hecho era muy viejo y estaba en muy mal estado. Estaba tan avergonzada de ella misma que se escondió en un rincón del salón para que el Rey Encantador no la viera. La reina le presentó a Troutina, toda resplandeciente de joyas, sin embargo, seguía tan fea que el rey Encantador involuntariamente apartó la vista.

"Pero, señora, ¿no hay otra princesa, llamada Fiorina?"

Señalaron a la esquina donde estaba escondida Fiorina, y ella salió, ruborizándose tanto que el joven rey se deslumbró con su belleza, a pesar de su vestido viejo...


(Continuará)

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